Por: Gabriel Solano
Las primeras encuestas de opinión que se han conocido en los últimos días, a pesar de las diferencias entre sí, arrojan un dato que es común a todas: en Capital y Buenos Aires, el Frente de Izquierda aparece recogiendo una intención de voto, para las primarias de agosto, que se acerca al logrado en octubre de 2011.
En ese caso, lo que fue nuestro techo hace dos años sería ahora el piso para afrontar los desafíos que tenemos por delante. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, son varias las encuestas que indican que la candidatura a diputado de Jorge Altamira tiene una intención de voto superior al 5 %. Como punto de partida es un dato auspicioso. Si bien la conquista de un diputado nacional requiere superar el 6 %, es claro que las posibilidades para lograrlo están más que intactas. Proyectando el voto hacia la Legislatura porteña, ese porcentaje nos coloca peleando no uno, sino dos legisladores. De confirmarse estos resultados en agosto, se abre hacia octubre una perspectiva de crecimiento. Entre otras cuestiones, se habrá superado la interna confusionista del UNEN, que busca atraer a votantes con el argumento de que es la única interna realmente en disputa.
En el caso de la provincia de Buenos Aires, también hemos conocido varias encuestas (algunas publicadas en los diarios, otras no) que ubican a la lista del Frente de Izquierda y a la candidatura de Néstor Pitrola a diputado nacional con guarismos que rondan entre el 2 y el 4 %. Pero existe unanimidad en que el Frente de Izquierda se ubica en el quinto lugar, después de Stolbizer-Alfonsín y por encima del resto de los partidos y alianzas, incluida a la conformada por el bloque De Gennaro-MST-PCR. Al igual que en Capital, los guarismos que arrojan las encuestas están por debajo de los necesarios para obtener un diputado nacional, pero aquí también habrá un crecimiento hacia octubre. Ello, porque en agosto los partidos patronales inundarán los cuartos oscuros con decenas de boletas de sus internas municipales, que en octubre se ensamblarán en una única lista. En la provincia pueden llegar a quedar cinco boletas en octubre, si se confirma la actual tendencia.
Las encuestas vienen a confirmar uno de los hechos políticos más notables que ya confirmaron las elecciones de 2011. Nos referimos a la preeminencia, al interior de la izquierda, de aquella que como el Frente de Izquierda se reclama socialista y revolucionaria, así como del lugar subordinado al que ha sido reducida la izquierda democratizante -e incluso la centroizquierda vinculada orgánicamente a la CTA.
Las primeras manifestaciones de este proceso son previas a 2011, cuando ya la izquierda revolucionaria había adquirido una clara superioridad frente al ala democratizante en su influencia entre la vanguardia obrera y juvenil. El valor de lo ocurrido en 2011 -que ahora confirmarían las encuestas de opinión- es que esta superioridad también está presente en el proceso electoral. Ello refuerza el llamado a concentrar el voto en la única alternativa capaz de disputar el ingreso de diputados y legisladores de la izquierda.
Otro cuadro político
De 2011 a hoy, se han dado desplazamientos políticos muy fuertes. El más importante de ellos, y que en buena medida explica al conjunto de la situación política, es el retroceso acelerado del kirchnerismo. Del 54 % obtenido en 2011 no quedan restos y el gobierno se encamina -de acuerdo con las encuestas- a una clara derrota electoral en los distritos más importantes.
La estratégica provincia de Buenos Aires, esta vez no sería la excepción. Las encuestas le dan a Massa una ventaja importante sobre el candidato oficial. El kirchnerismo sólo puede aspirar a reducir esa diferencia, e incluso a intentar ganar por poco. Esta última variante no aseguraría la continuidad del kirchnerismo como movimiento político, que es la re-re de CFK . Pero sería el escenario soñado por Scioli, porque le permitiría despejar la cancha de dos contrincantes hacia 2015 -Cristina Kirchner y Massa- y emerger como la cabeza de una liga de gobernadores e intendentes, tanto de los que están dentro como fuera del oficialismo. El post- kirchnerismo es un movimiento que ya está en marcha, sólo queda por determinar la relación de fuerzas que se establecerá al interior del lote de punteros anotados para quedarse con la manija.
En el caso de la Capital, el retroceso K también se vive de manera intensa. Las encuestas arrojan, por el momento, un primer lugar cómodo para el macrismo y una pelea por quien logra el senador por la minoría. De imponerse Pino Solanas en la interna del UNEN, la variante más probable es que el kirchnerismo pueda perder su lugar en el Senado por este distrito. La única carta que tienen a mano es buscar una polarización con el macrismo, pero en contra de que esto avance está la propia política del kirchnerismo en la Ciudad, que ha votado todas las leyes fundamentales del macrismo. En estas condiciones, una polarización carece de bases sólidas y sería más bien una maniobra de los publicistas oficiales.
Nuestros desafíos y peligros
Para el Frente de Izquierda, sin embargo, estas maniobras representan un peligro, pues nuestra votación sigue siendo aún frágil. Un crecimiento del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, valiéndose de una fuerte campaña de la propia presidenta y de Scioli, podría armar un escenario de defectuosa polarización que reforzará la presión sobre el electorado, sobre todo en los barrios más explotados. En el caso de la Capital, habrá que seguir con detenimiento los pasos que dará el propio UNEN, con sólidos apoyos capitalistas, que presenta a su interna como la única disputa porteña en agosto.
Incluso es muy posible que de sus filas haya salido la convocatoria a un nuevo cacerolazo para el 8A (8 de agosto), volviendo a colocar el tema de la corrupción como eje de la campaña electoral, sabiendo que es el eje explotado especialmente por Pino Solanas- Carrió.
La campaña del Frente de Izquierda debe tener en cuenta estos movimientos políticos, identificando las posibilidades y peligros que se plantean. La clave es reforzar la agitación sobre la base de un programa de reivindicaciones (salario igual a la canasta familiar, 82% móvil, contra la precarización laboral, por la cuestión urbana y ambiental) en conexión directa a la crisis abierta, denunciando que todas las fuerzas políticas recurren a una demagogia para ocultar su política. Ésta consiste en desarrollar el viraje reclamado por la clase capitalista para aplicar una devaluación y un nuevo proceso de endeudamiento, que le dé al gran capital otra fuente de financiamiento ante el agotamiento de las cajas públicas.
La lucha por el ingreso de la izquierda al Congreso es un eje central de la campaña electoral, en la medida de que vaya acompañado por la explicación de que es un recurso político indispensable para fortalecer a la izquierda como alternativa política, frente al declive inexorable del kirchnerismo y los intentos de la derecha (de adentro y de afuera del oficialismo) de quedarse con el monopolio del proceso político. En el terreno de la propia campaña electoral, esto significa involucrar a miles de compañeros en la lucha por la conquista del voto.