Por: Mariano Carpineti
El Gobierno de Dilma Rousseff parece atravesar tiempos difíciles. No solo por la baja popularidad que goza el Gobierno, sino que a esto se le suman los problemas económicos por los que atraviesa la economía brasilera.
Por el lado político, la imagen del Gobierno de Dilma Rousseff pierde aprobación social en un escenario donde las denuncias de corrupción parecen no tener fin. Según los últimos sondeos publicados, solamente un 8 % de los encuestados considera como “buena” la administración del Gobierno de Dilma (frente al 23 % de febrero pasado). Por otra parte, un 71 % de los encuestados piensa que la administración es “mala”.
En el ámbito económico, podemos diferenciar el problema en dos frentes: el interno y el externo. En el frente interno, la economía brasileña enfrenta la difícil misión de intentar recuperar el superávit primario y la rentabilidad del sector externo. Por otro lado, en el frente externo, la economía busca mantener el grado de inversión de la deuda en los mercados financieros para así financiar a tasas bajas los desequilibrios de la cuenta corriente externa frente a la restricción externa asociada al reordenamiento de los precios relativos de las materias primas y a la expectativa reinante de la suba de la tasa con respecto a la Federal Reserve System (FED).
Como se expresó anteriormente, el principal objetivo del frente interno es el de lograr el superávit fiscal primario. El intento de ajuste fiscal en una economía que se encuentra en fase contractiva es difícil de solucionar, ya que se corre el riesgo de generar políticas mucho más contractivas aún. Todo este escenario de alta incertidumbre genera que el mercado comience a refugiarse en moneda extranjera, lo que propicia que el real se devalúe y alcance los 3,50 reales por dólar. Cabe recordar que hace un mes el real se encontraba en el entorno de los 3,10 reales por dólar.
Con la finalidad de anclar el real y de frenar la salida constante de dólares que la economía sufre, el Banco Central continúa subiendo la tasa de interés de referencia (700 puntos básicos desde marzo de 2013 hacia el 14,25 % actual). Pero, por otro lado, esta práctica va en contraposición con el objetivo primario de recuperar el superávit fiscal primario. La suba de la tasa de interés de referencia incrementa el costo de la deuda indexada por esta tasa. Cabe recordar que el 38 % de la deuda está indexada por esta tasa, lo que hace más difícil el camino hacia la sostenibilidad fiscal.
Así, la política monetaria restrictiva deteriora el equilibrio fiscal por dos frentes: agudizando la retracción de la actividad y de la recaudación, por un lado, y aumentando la carga de intereses de la deuda, por el otro. En este proceso, las calificadoras de riesgo agregan incertidumbre en torno al grado de inversión de la deuda, gatillando la salida de capitales y la devaluación del real.
En el frente externo, el aumento de la tasa de interés de referencia de los Estados Unidos no hace más que empeorar la situación de la alicaída economía brasilera. La suba de la tasa de interés de referencia por parte de la FED va a incrementar la salida de capitales de Brasil hacia la seguridad de la economía de los Estados Unidos, lo que va a presionar aún más el tipo de cambio.
Por otra parte, los mercados financieros internacionales esperan que en los próximos días la calificadora de riesgo Moody’s pueda bajar el rating soberano en un grado, a Baa2, manteniendo la perspectiva negativa sobre el futuro de la economía brasilera. Según diversos analistas, “la pérdida del investment grade tendría un impacto negativo en el tipo de cambio y sobre cualquier expectativa que el Gobierno pueda tener de colocar deuda en el exterior”, ya que esto incrementaría el costo de dicha deuda. Pero no solo el Gobierno brasilero sufriría por esta caída en la nota de inversión, sino que las empresas tendrían dificultades para conseguir créditos en bancos del exterior.
Todos estos vaivenes económicos pueden traer complicaciones para la Argentina. Cabe recordar que Brasil es el principal socio económico y una contracción en la economía de este país puede llevar a que la Argentina sufra. Este contagio podría llegar a la Argentina por dos vías, por un lado, la contracción de la economía del país hermano puede generar una caída en las exportaciones argentinas hacia este país, lo que llevaría a la economía argentina a contraerse aún más. Las exportaciones hacia Brasil se contrajeron en el entorno de un 23 % en el primer semestre de 2015.
Por otra parte, la pérdida del grado de inversión, sumada a una eventual suba de la tasa en Estados Unidos, puede impulsar a más fondos de inversión a salir del país, lo que también implica más presión sobre el real, que continuaría devaluándose. Una depreciación del real volverá a las importaciones de productos argentinos más caras, deteriorando todavía más el balance comercial entre los dos países.
Como conclusión, solo resta esperar cuál va a ser la reacción del Gobierno brasileño y qué medida toma la actual administración para recuperar la senda del crecimiento y del desarrollo económico, y cómo estas medidas afectan o no a la economía nacional.