Por: Carlos Arbia
Una de las grandes preguntas que se hace el mercado financiero es cómo hará en el futuro el presidente del BCRA Alejandro Vanoli para emitir entre 100.000 y 120.000 millones de pesos y evitar otra devaluación del peso en caso de que el gobierno no no logre sacar a la economía de la recesión, no reduzca la tasa de inflación ni el déficit fiscal, se mantenga la actual brecha cambiaria entre el dólar oficial y el dólar paralelo y no haya un arreglo con los holdouts. En recientes reuniones con banqueros Vanoli reiteró que “no debe esperarse una devaluación y que se proyecta un escenario favorable para sostener el nivel de actividad y preservar el nivel de empleo”.
Pero el error de diagnostico del equipo económico que comanda Axel Kicillof, de creer que el aumento de la inflación es producido por un aumento de la demanda de bienes y servicios superior a la oferta de los mismos o culpa de empresarios inescrupulosos que aumentan los precios, le juega en contra. El problema es que la inflación se debe a un fenómeno monetario. Un proceso de emisión de pesos nunca visto desde los 90 a la fecha para financiar el déficit fiscal, agravado ahora por una caída en la demanda de dinero de los agentes económicos que se desprenden de los pesos para comprar bienes o dólares legales, ilegales o los que consiga.
Los números de inflación de setiembre que dio el Indec muestran un aumento de la tasa de inflación anualizada que no se observaba desde los primeros meses del 2002. De no modificarse, este diagnóstico equivocado podría llevar a la Argentina a otro proceso hiperinflacionario similar al vivido entre enero y marzo de 1990 que desembocó luego en el Plan de Convertibilidad instrumentado a partir de abril de 1991 después de una abrupta megadevaluación del peso
frente al dólar. Por el momento no están dadas las condiciones para una Primera Hiperinflación como la de julio de 1989 donde los aumentos de precios llegaron al 5000 % anual.
La teoría económica describe tres tipo de inflación. La inflación por demanda que está relacionada con un aumento de la demanda de bienes y servicios por encima de la oferta de los mismos, la inflación por costos provocada por el incremento de los salarios, y la inflación por emisión monetaria para financiar el déficit fiscal del gobierno. Esta es la causa de la inflación actual.
El fenómeno inflacionario que se ha desatado en el país desde principios del 2007 cuando se intervino el Indec y con mayor virulencia a partir del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner responde efectivamente a un aumento de la emisión monetaria desde el Banco Central de la República Argentina (BCRA) para financiar el déficit fiscal producto de ingresos que crecen a una tasa anual del 25 % y un gasto público que aumenta al 50 % anual en promedio. Ese déficit fiscal, de acuerdo a los números del Presupuesto 2015, llegará este año a unos 160.000 millones de pesos y, en caso de no reducirse, incrementará la inflación a valores insospechados, lo que a su vez podría provocar fuertes presiones en el mercado cambiario oficial y paralelo que obligarían al gobierno a devaluar el peso frente al dólar de una manera más brusca que la del 25 % realizada por el BCRA en enero de este año.
Para entender el error de diagnóstico hay que destacar que el Presupuesto 2014 preveía un superávit fiscal de unos 4600 millones de pesos y una inflación del 9,8 % en todo el año. En realidad, el acumulado de los primeros nueve meses muestra una tasa de inflación que llega al 20 %. Esto significa que, medida con los sospechosos datos del Indec, la inflación calculada en términos anualizados se duplicó entre setiembre del año pasado que llegaba al 10 % y septiembre de este año. El valor de septiembre adquiere más gravedad, si a eso le sumamos que este número fue logrado durante la vigencia de un programa de Precios Cuidados lanzado por la Secretaría de Comercio a partir de enero pasado y que lleva ya su cuarta versión de ajuste de precios. El error de diagnóstico puede costar muy caro.