Renovada centralidad de los trabajadores en el ocaso K

Diego Rojas

Diversos sectores laboriosos protagonizaron durante el último período acontecimientos que ganaron las tapas de la prensa y generaron una discusión social generalizada sobre ellos, no sólo porque estos sectores conforman la mayoría de la población, sino debido a que su salto hacia la acción directa implica el cuestionamiento de la legitimidad de ciertas bases sociales naturalizadas. Sólo basta repasar los hechos de los últimos días.

El paro docente por salario -de particular interés social, ya que afecta la cotidianidad familiar- cobra dimensiones dramáticas debido a la implacable decisión de sostenerlo por parte de los maestros para no permitir un brutal ataque a sus condiciones de vida. Las mínimas ofertas gubernamentales, en medio de la devaluación y de la inflación, implican de hecho una rebaja salarial. Contra esa perspectiva se desarrollan paros en todo el país y, a diferencia de otros años, las direcciones sindicales yaskistas de CTERA no pueden decidir levantamientos de paros o acuerdos con el gobierno a espaldas de sus bases. Esas direcciones -atravesadas por el hiperoficialismo de Hugo Yasky, ex jefe gremial docente y actual secretario general de la CTA (además de aplaudidor en cuanto acto de  la presidenta Cristina Fernández se lo invite)- no podrían hacerlo debido a los fuertes reclamos de los maestros, a la vez que debido a la irrupción de la izquierda en numerosas seccionales y provincias en las que se convirtió en una dirección radicalizada del conflicto.

En Misiones, pese a la represión física por parte de la policía de Maurice Closs, los docentes persisten con sus movilizaciones y cortes de ruta. Este jueves el dirigente de los maestros Rubén López fue detenido mientras intentaba realizar un corte de ruta, a la vez que los docentes fueron dispersados con gas pimienta. Luego López fue liberado. En Salta las movilizaciones docentes tienen una masividad como no se vivía desde el año 2000, durante el auge piquetero en esa provincia. En Santiago del Estero los docentes que paran desmienten los anuncios del nuevo vicepresidente del senado Gerardo Zamora sobre la normalidad social que dominaría su provincia. En Jujuy más de diez mil docentes se movilizaron ganando las calles como no se veía desde hacía mucho tiempo, hecho que debió reconocer la prensa local y el gobierno.

Se podría continuar con la enumeración, pero se condensa en la imagen que marcaron los docentes de todo el país que fueron los principales protagonistas de las movilizaciones convocadas el miércoles por la CTA opositora hacia las plazas del poder político. Un día después de que los docentes de La Matanza marcharan por las calles de ese distrito juntando un par de miles de manifestantes, su secretaria general Romina del Pla destacaba en su discurso en plaza de Mayo la firme decisión de los docentes en ir hasta el fondo en este conflicto crucial. El jueves por la tarde se anunció un nuevo fracaso en las reuniones paritarias y la continuidad, entonces, del paro general de los educadores.

Un piquete sobre el Puente Avellaneda conmovió a la opinión pública debido a sus consecuencias criminales. Un grupo de personas perteneciente al sindicato de trabajadores portuarios dirigido por Luis Corvalán arrojó desde el puente a un joven que pretendía atravesar la protesta para llevar al hospital a su pareja embarazada. Corvalán, un dirigente sindical que responde al kirchnerismo y que ubicó a su familia en puestos clave en el sindicato y la obra social para convertirlas en un negocio íntimo, admitió que había contratado a sujetos ajenos al gremio para realizar la protesta, en un calco de la contratación de sicarios por parte del gremialista ferroviario José Pedraza que culminaron con el asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra en 2010, cuando contaba con 23 años de vida. El repudio generalizado a la acción criminal supone el cuestionamiento social a las acciones de la así conocida “burocracia sindical”, una capa social parasitaria que concentra el poder en la mayoría de los sindicatos.

Otro crimen promovido por la burocracia sindical conmocionó a la opinión pública. El martes por la mañana un grupo de afiliados a la UOCRA, sindicato de los trabajadores de la construcción, atacó a los tiros a unas personas que intentaban conseguir conchabo en una obra en el partido de Lomas de Zamora, matando a una persona e hiriendo de bala a otros tres. La misma obra había sido objeto hacía dos semanas de un ataque por parte de una facción de la UOCRA contra otra en pelea por la caja sindical y por el control de la bolsa de trabajo que controla el gremio. Así había sido denunciado entonces por el SITRAIC, un sindicato de la contrucción disidente -de gran crecimiento en el último periodo- cuyo génesis tuvo lugar en Lomas de Zamora. Sin embargo, no se tomó ninguna medida contra los patoteros sino que, por el contrario, el día del ataque a tiros que terminó con un homicidio la policía se retiró del lugar, en un clásico movimiento de “liberación de la zona” para que los homicidas pudieran actuar con tranquilidad. La UOCRA está dirigida por el sindicalista kirchnerista Gerardo Martínez, de un oscuro pasado durante la dictadura militar como servicio de inteligencia del Batallón 601. Las patotas y los ataques armados son un método que recorre a su sindicato, controlado como un negocio personal por Martínez, quien ostenta un baño con jacuzzi en su oficina sindical, además de una visible malhadada fortuna. Lo usual hubiera sido un retraimiento gremial ante lo sucedido, pero por el contrario el repudio fue generalizado al punto de que ocho colectivos del SITRAIC partieron desde Lomas de Zamora el miércoles para participar de la movilización de la CTA. Una dura disputa de ribetes físicos se produce en estos momentos entre los trabajadores de la construcción por sacarse de encima una burocracia delictiva conducida por Martínez, quien debería ser juzgado por sus crímenes.

En Córdoba se produjo un hecho que, por sus características, marcará los vaivenes del movimiento obrero de esa provincia y, por qué no, del país. Valeo, una autopartista de capitales franceses, fue ocupada por sus obreros en reclamo de aumentos salariales y contra el despido de trabajadores contratados. La respuesta patronal fue el despido de trabajadores efectivos. La ocupación se afianzó. Durante días, los obreros tomaron posesión del lugar, paralizaron las tareas y subvirtieron el orden de la propiedad en reclamo de mejoras salariales que excedieran a las conseguidas por el sindicato metalúrgico UOM. Hay que remarcar que las paritarias metalúrgicas ni siquiera comenzaron, pero eso no impidió que el rechazo a la burocracia y a los aumentos exiguos produjera una acción preventiva por parte de los trabajadores. El miércoles por la noche la policía se apostó en las puertas de la fábrica con la intención de desalojar a los ocupantes. La firmeza obrera los hizo desistir. Al día siguiente la patronal francesa aceptó la reincorporación de los despedidos y un plus adicional sobre lo que consiguiera la UOM en las paritarias. Un triunfo estratégico en momentos en que se anuncia una recesión en la industria automotriz. Sin dudas, Valeo marca un camino frente a lo que pueda suceder.

Es posible detectar en los casos enumerados una tensión entre el impulso a la lucha de los trabajadores y su contrario empujado por la burocracia sindical. No habría que dejar de lado en los análisis que el programa kirchnerista, que cumplió una década, de reconstrucción de la burguesía nacional a costa de la extracción de beneficios de la clase trabajadora, también la reconstruyó como clase -en medio de la precarización- luego de que esta sufriera la expulsión de los lugares de trabajo durante el menemismo. La clase trabajadora actual no está atravesada por la subyugación ante la burocracia, conserva en su memoria las enseñanzas del movimiento piquetero y hasta fue educada políticamente por los acontecimientos de 2001, que culminaron con la renuncia del reaccionario presidente Fernando de la Rua. Hoy, frente a un ataque brutal mediante la devaluación y la inflación promovidas por el gobierno, este sector social no sólo realiza una dramática ruptura con el kirchnerismo, sino que se pone a la cabeza de los reclamos para luchar. El ocaso del kirchnerismo, es decir, su fin de ciclo, tiene entre sus protagonistas a los sectores laboriosos, que decidirán con el curso de su acción una gran parte del futuro de la nación en la próxima coyuntura.